que nubla corazón, sienes y mente.
Eres la imagen de un hendido pecho,
por daga que de amor lleva tu nombre.
Forjado en nuestra sangre es el espejo,
al cual me miro y solo veo tu rostro;
al que sonrío mientras ya tus labios,
devuelven la alegría al contemplarte.
Tus ojos son los míos reflejados,
mis labios quieren ser uno en los tuyos;
se acercan nuestros cuerpos al cristal,
temblando al acercarse nuestros cuerpos.
Lo abrazo mientras tus manos de seda,
se llenan de caricias en mi espalda;
se funde en el calor que le dió vida,
y al fin se desvanece en nuestro aliento.
Más vuelve así la vida en el letargo,
invierno que es el frío de tu ausencia,
deseando reflejarte nuevamente.
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