A mi padre.

Te fuiste sin decir adiós, dormido,
y al fin el Universo contemplaste;
Aquel de tantas noches de tertulia,
de “a dónde vamos…de dónde venimos”.

Me quedé huérfano de tantas cosas,
tu Amor, tus versos, tu presencia bohemia;
Mas queda tu legado en mi memoria,
que llora en el silencio al recordarte.

Tu vida estuvo siempre entre dos Islas,
de Espuma del Atlántico adornadas:
Cristina, infancia y juventud primera,
Amor enamorado en Tenerife.

Granada fue la cuna de tu esencia,
y Sevilla la convirtió en perfume.
Las cintas de tu capa te recuerdan,
cada diciembre, noche Inmaculada.

Este Tiempo de Ausencia no es dolor,
pues sigues vivo en tus cuatro retoños;
Tu Amor, pervive por siempre en la Reina,
que madre, amiga, amante, no te olvida.

Elegías del Sur es el lamento,
de no escuchar tu voz llena de verso,
de huellas olvidadas en las teclas,
que, en el papel, tu impronta reflejaban.

Casi veinte años hace que partiste,
en busca de respuestas imposibles.
Tu alma, inquieta, no supo esperar,
por saber de ese Dios, pregunta eterna.

El susurro del mar allá en San Marcos,
es el Viento del Sur en tus palabras.
El Teide ahora contemplas para siempre,
bajo el manto de la Virgen del Carmen.

Amor se escribe con tu nombre

















Tus ojos son tan bellos,
dulces como la miel;
adornan tu mirada,
que intensa y misteriosa, desconcierta.

El sol cada mañana,
se avergüenza al mirarte;
y se esconde en tu pelo,
que de oro adorna sin igual belleza.

Tus labios son cual brisa,
que inunda atardeceres;
acariciando el alma,
que sueña con volver a contemplarlos.

La luna cada noche,
siente celos de tí;
pues por más que pretenda,
no hay sonrisa más bella que en tus labios.

Eres en cada aurora,
Rocío.... fina lluvia;
que da vida a las flores,
de mi jardín de primavera eterna.

Eres belleza inquieta,
incertidumbre cierta;
sueños no confesados
que, cada amanecer, quieren ser ciertos.

Granada



Contemplando tan bello atardecer,
me recordó la Alhambra que te amo,
me recordó la Luna que te quiero,
y le dije a Granada, siempre eterna,
que esperaré por siempre tu regreso.

Amor frustrado













Enamoraste al sol y fuiste envidia,
de Lunas pasajeras ya olvidadas;
hiciste que de Plata se llenaran,
mañanas que alumbraban mi desvelo.

Fuiste cual Norte fijo de un velero,
que así en un mar de dudas naufragaba;
Fuiste callada luz, deseo inquieto,
tormenta apasionada, Amor no nato.

Cariño sin medida, fuego y agua,
brisa de la mañana, tierra firme.

Y quiero así con esto agradecerte,
lo mucho que me diste sin reproches;
por lo poco que fui capaz de darte,
sin querer daño hacerte en modo alguno.
En mi corazón siempre hallarás sitio,
y en mi memoria, recuerdo perenne.

Despedida


Tu cuerpo es, de mujer, belleza pura,
cual misteriosa Diosa de otro mundo;
entre mis brazos quisiera tenerlo,
y así fundirnos y ser solo uno.

Tus ojos son tristeza y añoranza,
que me hablan de ese corazón herido;
mirarme en ellos quisiera por siempre,
hablando en el silencio de la noche.

Sensualidad se derrama en tus labios,
pasión inusitada en cada instante;
quisiera así mis labios y los tuyos,
hablasen largo tiempo; en voz muy baja.

La sonrisa que a tu boca se asoma,
es como fresca lluvia en primavera;
iluminando un cielo adormecido,
y haciendo que la Luna sienta envidia.

Por todo eso y más mi corazón,
se sobresalta cuando así me miras;
se siente relajado en tu sonrisa,
y se enamora al pasar de los días.

Te miro y de mi cuerpo se apodera,
un delirante impulso por tenerte;
un temblor que me invade cada tarde,
que es más temblor pensando en tu partida.

El campo de mi corazón

Haces fértil la tierra de mis sentimientos,
esos campos escondidos, sedientos de tu lluvia;
de tu aliento que se torna en rocío de la aurora,
de tus manos que los labran con simientes de dulzura.
Semillas que germinan bajo el sol de tu mirada,
alzándose en mi pecho que se inflama en el dolor,
de herida que de amor no duele más que el no tenerte.

Reflejos


No eres tan solo el cuerpo de mujer,
que nubla corazón, sienes y mente.
Eres la imagen de un hendido pecho,
por daga que de amor lleva tu nombre.

Forjado en nuestra sangre es el espejo,
al cual me miro y solo veo tu rostro;
al que sonrío mientras ya tus labios,
devuelven la alegría al contemplarte.

Tus ojos son los míos reflejados,
mis labios quieren ser uno en los tuyos;
se acercan nuestros cuerpos al cristal,
temblando al acercarse nuestros cuerpos.

Lo abrazo mientras tus manos de seda,
se llenan de caricias en mi espalda;
se funde en el calor que le dió vida,
y al fin se desvanece en nuestro aliento.

Más vuelve así la vida en el letargo,
invierno que es el frío de tu ausencia,
deseando reflejarte nuevamente.

Rosa roja


Porque rojo es el color de mi sangre,
pasión enamorada en tu belleza,
noches de desconsuelo al no tenerte,
oscuridad sin la Luna en tus ojos.

El sonido de tu mirada

Me parece escucharte en esta música,
sintiendo que envuelves el aire que me rodea,
respirándote sin cesar, penetrando por cada poro
de mi cuerpo que se queda, mientras mi alma
sobrevuela paisajes escondidos,
llenos de flores que llevan al aroma de tu piel;
y te busco una vez más en el vacío que
tan solo llena tu ausencia.

Añoranza












Mis manos te lo dicen sin palabras,
llenándote tu cuerpo de caricias.

Mis ojos te lo dicen al mirarte,
tornándose la noche en bella aurora.

Mis labios te lo dicen al besarte,
dejándome un sabor a fresca lluvia.

Mi pecho lo suspira en cada instante,
tal vez como una brisa adormecida.

Y así mi corazón consigue hablarte,
pues solo sus latidos no le bastan,
para poder decir una vez más,
cuánto te añoro.

La música de aquel aroma

Quisiera en esta música el perfume,
robado en tu jardín de ocultos sueños;
de aquella blanca flor que sin saberlo,
llevaba en sus raíces nuestros nombres,
su tallo nuestros cuerpos en la noche,
hablando nuestros labios en silencio.


Desde la esencia que tu amor deja en mi sangre.

Mi guitarra

No pasa un día sin que me pregunte,
cuándo será el momento en el que vuelvas;
pues sabe que mis manos la acarician,
más dulcemente cuando tú me miras,
sintiendo así en su cuerpo mis latidos.

Desde el amor con el que tensas
las cuerdas de mi guitarra.

Entre dos aguas

Entre el río de deseos que recorre
los senderos de tu cuerpo.
Entre el mar que así en tu pecho
torna el corazón en la isla de mis sueños.
Entre dos aguas que al tiempo son la misma
bajo el cielo de tus ojos,
la brisa de tus labios,
el sol de tu mirada.

Desde el agua derramada por mi pecho.

Fotografía

Cada vez que me mires,
sentiré envidia por no poder
contemplar la dulzura de tus ojos,
la belleza de tus labios.

Añoranza de una amistad Tinerfeña

Has sido aquella luz que en letanía,
guiaba mi velero a tus orillas;
sus velas de papel, con tanta vida,
deseando ser contada por mi ausencia.

Hoy suelto sus amarras nuevamente,
robando al tiempo el tiempo que ha pasado;
timón no necesita, pues tu Puerto,
es Norte de mi Sur donde he nacido.

No quiero darle al tiempo su tributo,
de olvidos y recuerdos que marchitan;
sabiendo que en su llanto me ahogaría,
si con su muerte, muere parte mía.

Y sé que así tu luz sigue brillando,
pues solo con pensarte al pecho inunda;
calmando tanta sed por un silencio,
que añora fresca lluvia en tus palabras.

No quiero conformarme con pensarte,
pues sé que no me basta con tan poco,
si solo tu sonrisa es todo cielo.

Eres la flor primera, la más pura,
nacida de la más dulce semilla;
mi vida doy si un día no sintiera,
tu tierra, que es mi tierra en sus raíces.

Desde una pasión enamorada

Te tengo a mi lado.
Tu pelo acaricia mi rostro.
Mis ojos no quieren dejar de mirarte,
estás tan linda en la noche.
Mas dejan que sea mi alma
la que mire dentro de ti y
me cuente de aquella verdad,
las más pura, la que ando buscando,
la que ya conoces, de la que vivimos.
Mi boca buscando tu boca,
mis labios buscando tus labios,
mi lengua buscando tu lengua.
Fundiéndose en un fiero lance
que al poco se torna una dulce batalla
de amor contenido, pasión, desenfreno.
Te muerdo los labios, mi lengua curiosa
recorre tu boca, tal vez como el niño que
por vez primera descubre una cueva.
Mis manos dejaron tu pelo,
se van deslizando sintiendo en su piel
la más suave en tu rostro.
Y llegando a tu pecho, temblando,
con calma, no hay prisas, te van deshojando,
dejando entrever a la flor más hermosa,
la piel de tu cuerpo,
aquel fruto prohibido que habita en mi mente.
Y quisiera pecar, si pecar es amarte.
Mis labios dejaron la humedad caliente
en que estaban inmersos;
llegando a tu cuello me invade un delirio
que eriza mi piel,
acelera mi pulso, sintiendo en mi cuerpo
tu cuerpo temblar,
que ahora se torna en un arpa
en la cual se deslizan mis dedos
en círculos locos de amor y deseo;
y al ritmo de esta sinfonía delirante
rodeo tu cuerpo, sintiéndote mía,
yo ya soy tuyo.
Mis labios siguen queriendo saber de tu cuerpo,
tus manos, tu pecho, tus senos,
tu espalda, tu vientre, ¡qué locura!
No quieren que ni un solo poro
se pierda en el dulce camino
que lleva tu aroma.
Te beso, te beso, tu piel se desliza
en mi boca sedienta de tu manantial
de cariño, ternura.
Tendido en la fuente de vida
te miro y descubro una suave sonrisa
que se desdibuja en el aire que
tan solo llena tu ausencia.
No quiero y no puedo seguir
sin que estés a mi lado,
impregnando la noche, mi noche, tu noche.
Descubro que mis labios hablan
tan solo de ti repitiendo en silencio
te quiero, te quiero, te quiero.
Te Amo. Amor.

De Inmaculada

                                       diciembre de 1993
Se te rompió el Alma,
que no me entere.
Te encontraste solo,
quiero yo verte.

Queriendo quererte

Ahora siento ese miedo.
Mirando mis manos, las veo vacías, tan pobres.
No sé si es bastante lo que puedo darle a esa flor,
la más bella,
que habita en mi suerte de haberla encontrado.
De largos inviernos me ha hablado,
tan fríos, tan grises,
golpeando sus hojas, queriendo romperlas.
Abriles que han hecho brotar sus vestidos más bellos,
secretos aromas rodeándolo todo.
Mirándola quedo y mi pecho se abre
queriendo ofrecerle diez mil primaveras,
el sol más hermoso, la lluvia más fresca.
Quisiera en mañanas de plata
mis manos se abrieran y,
por un instante que durara siempre,
no vieran más luz que la que ella me diera.
Y es tan hermosa.
Las manos me tiemblan sientiendo su tacto de seda,
temiendo romperla; parece tan frágil.
Quisiera sentir sus raíces rodeando mi cuerpo,
que mi tierra fuera su fuente de vida,
de amor, de alegría.
No se...mi jardín no es gran cosa.
No sé si mi agua y mi luz serán lo suficiente;
mas si el frío llegara, muriendo a su lado
mi aliento lograra llegase al estío.
Tan solo le pido que enseñe a mis manos
a no tener miedo de amarla y cuidarla,
y destruya temores de flores pasadas
que hace ya algún tiempo dejaron mis tierras.

Al Amor

Y me invade esa Luz tan llena de vida.
Me desnuda de forma suave, sutil, sin pudor.
Queriendo escaparse, mi corazón golpea incansable
las puertas cerradas hace ya algún tiempo,
que dejan pasar tan solo lúgubres reflejos
de luces ya sin brillo.
Pero es tan fuerte esta luz.
Como el agua se escapa entre mis dedos,
así aquella luz se va adentrando en las oscuras habitaciones
que no quieren recordar su nombre por temor,
aunque desean gritarlo de nuevo.
Me envuelve, me llama por mi verdadero nombre,
una verdad que va dejando en mi sangre
miedo, alegría, frío, calor.
No quiero sentirme indefenso; tal vez lo deseo.
Ya no quiero esconderme de esa verdad
tantas veces ansiada, tantas veces conocida,
tantas veces llorada, tantas veces pensada.
Ahora solo quiero Luz.

Recordándote

Las agujas avanzan, pero el tiempo no pasa.
Quiero quedarme aquí, contigo.
No quiero saber de nadie, mas que de tus labios.
No quiero ni un soplo de aire, mas que el de tu pecho.
No quiero saber de caricias, mas que en tus manos.
No quiero saber de miradas, mas que el desnudo
que siento en tus ojos.
No quiero saber de nada que no lleve tu nombre,
tu esencia...
Quiero llegar a la noche embriagado en tu aroma,
que sabe a una brisa suave que barre mi cuerpo,
me inunda, me lleva tan lejos...
Me abandono a mi suerte; mi cuerpo se queda.
Ahora comprende que no puede atarme,
que ya no es mi dueño aunque nunca lo ha sido.
Me siento hechizado por el canto suave
que brota de un mar que no existe, que no tiene nombre...
mas que el tuyo.
Mi barca navega; mis manos, sus velas; timón, no lo quiero.
Tan solo hay un rumbo, el que lleva a tu orilla.
Sintiendo el calor de tu arena en mi cuerpo
la aprieto en mi pecho.
Quisiera quemarme, sentirte tan cerca que daño me hiciera,
y sabiéndome tuyo fundirme en tus labios.
Dios, ¡qué paz!
Y así, quedarme dormido en la luz de tus ojos que,
amantes, susurren y me hablen de ti.
La voz de mi cuerpo me llama a lo lejos;
despierto y diviso mi barca en un mar que agoniza
sintiendo su fin en mi vuelta.
Quiero quedarme aquí. Contigo. En tu orilla.