Y me invade esa Luz tan llena de vida.
Me desnuda de forma suave, sutil, sin pudor.
Queriendo escaparse, mi corazón golpea incansable
las puertas cerradas hace ya algún tiempo,
que dejan pasar tan solo lúgubres reflejos
de luces ya sin brillo.
Pero es tan fuerte esta luz.
Como el agua se escapa entre mis dedos,
así aquella luz se va adentrando en las oscuras habitaciones
que no quieren recordar su nombre por temor,
aunque desean gritarlo de nuevo.
Me envuelve, me llama por mi verdadero nombre,
una verdad que va dejando en mi sangre
miedo, alegría, frío, calor.
No quiero sentirme indefenso; tal vez lo deseo.
Ya no quiero esconderme de esa verdad
tantas veces ansiada, tantas veces conocida,
tantas veces llorada, tantas veces pensada.
Ahora solo quiero Luz.
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